Iniciativa de nuestra Diócesis
“Lo acostó en un pesebre porque no tenían sitio para ellos en la posada” (Lc. 2 ,7)
Desde hace varios meses nos preocupa a todos la situación de crisis económica que estamos atravesando. Una crisis que no tiene su origen en la escasez, como ha ocurrido en otras ocasiones, sino en la avaricia y en el afán de obtener ganancias excesivas, mediante operaciones especulativas irresponsables. Tanto en las causas como en los efectos, la crisis de los mercados es expresión de una verdadera crisis moral. Se ha buscado el beneficio inmediato y particular olvidando el bien común y el interés general. Una vez más, el dinero se ha instalado en muchas personas e instituciones como el único y falso Dios.
El simple crecimiento económico, cuando se produce al margen de los valores morales, como la justicia, la paz, el respeto a la vida y a la dignidad de todo ser humano, no es un auténtico desarrollo. La auténtica felicidad de las personas y los pueblos no reside en el simple incremento de los saldos bancarios. Hace veinte años Juan Pablo II afirmaba que “junto a las miserias del subdesarrollo (...) nos encontramos con un superdesarrollo igualmente inaceptable porque, como el primero, es contrario al bien y a la felicidad auténtica (Solicitudo Rei Sociales, 28).
Esto lo estamos viendo ahora en nuestra tierra. Durante los últimos años, la economía española ha crecido a un ritmo espectacular que sin embargo no ha servido para reducir la desigualdad y la pobreza en el conjunto de la población. Los diarios regionales han publicado recientemente que, según el Instituto Nacional de Estadística, casi el 40% de la población residente en Extremadura está por debajo del umbral de la pobreza; unas semanas antes, el informe FOESSA hablaba del 30%; y el número de parados en nuestra región supera los 93.000.
Todo hace pensar que la crisis será duradera y ya comienza a cebarse en las personas y familias más vulnerables laboral y económicamente. En nuestro entorno son alarmantes las cifras de parados entre los inmigrantes y los trabajadores de la construcción y preocupa de modo especial la situación de aquellas familias que tienen a todos sus miembros desempleados (unas 6.000 en la provincia de Cáceres) y los que no reciben ninguna prestación económica por desempleo (16.500 en Extremadura).
Con frecuencia se presentan en las Cáritas parroquiales familias de parados que tienen dificultades para afrontar su día a día y solicitan alguna ayuda económica.
No compete a la Iglesia buscar soluciones técnicas de intervención en el ámbito de la economía, pero su Doctrina Social sí nos ofrece unas claves que permiten iluminar esta situación. El pensamiento social cristiano pone como centro la dignidad de todos los hombres, el bien común como algo superior a los beneficios particulares y el destino universal de los bienes como principio orientador de la economía.
Pedimos a las administraciones que se incrementen las partidas dedicadas a la protección social, para que todas las familias tengan unos ingresos suficientes para vivir con dignidad. La crisis económica demanda más solidaridad a todos los niveles.
En un mundo donde tantas familias carecen de lo necesarios los cristianos debemos vivir más sobriamente, evitando los gastos ostentosos y compartiendo nuestros recursos con los más necesitados. Todos los miembros de la Iglesia, a través de Cáritas, debemos servir a estas personas, compartiendo más allá de lo que nos sobra, nutriendo un fondo que permita atender dignamente a los más necesitados.
Con esta finalidad la Conferencia Episcopal Española ha destinado el 1% del Fondo Común Interdiocesano a las diferentes Cáritas Diocesanas.
Hago una llamada a todas las cofradías y hermandades, a las asociaciones y movimientos, a los diversos grupos y familias cristianas para que hagamos algo parecido, aportando una parte de nuestros ingresos a Cáritas con el fin de paliar los efectos que la crisis está dejando en las personas más vulnerables.
Se acerca la fiesta de la Navidad: Dios se hace Niño entre los hombres y comparte la suerte de los desheredados. Junto a la Familia de Nazaret pensemos en tantas familias que hoy son excluidas de nuestras posadas y de aquellos que nacen y viven al margen de la sociedad o tienen que buscar una vida más segura lejos de su país. Están junto a nosotros.
“Son nuestros vecinos” como dice el lema de Cáritas para estas fechas, debemos conocerlos, escucharlos y atenderlos en sus necesidades.
Cobran especial sentido en estas fiestas navideñas aquellas palabras de Juan Pablo II cuando nos pedía algo más que compartir nuestros bienes: “Es la hora de una nueva imaginación de la caridad que promueva no tanto y no sólo la eficacia de las ayudas prestadas, sino la capacidad de hacerse cercanos y solidarios con quien sufre, para que el gesto de ayuda sea sentido no como limosna humillante, sino como un compartir fraterno. Por eso tenemos que actuar de tal manera que los pobres, en cada comunidad cristiana, se sientan como en su casa” (Novo Millennio Ineunte, 50).
† Francisco Cerro Chaves,
Obispo de Coria-Cáceres